Por poco termino preso
Acababa de salir el iPhone dorado. Paseaba cuando un tipo me dijo: «¿Quieres un teléfono, brother?». ¡Por fin! Siempre ignoraba a esa gente y luego me arrepentía. Esta vez no.
—Déjame verlo.
Lo tuve en la mano. El dorado brillaba precioso. Le ofrecí un cigarro Zhonghua, charlamos y marqué mi número: era real.
—¿Cuánto? —Mil doscientos. —¿De dónde lo sacaste? —Se lo saqué de la bolsa a una chica en la parada del bus. ¿Me das otra?
Apreté el teléfono para que no me lo cambiara. —Muy caro. Solo tengo 500.
—Menos de mil no lo vendo. —Ni siquiera está liberado. Mucho riesgo. —¿Lo quieres o no? Si no, me voy.
—Vale, mil. Busqué la cartera… y no la tenía.
—¿Me estás vacilando? Sin dinero y me haces perder tiempo. —De verdad lo quiero, solo olvidé la cartera. Dame diez minutos, subo al piso y bajo con la plata. —Deja los cigarrillos y apúrate. Devuélveme el teléfono.
Diez minutos más tarde volví corriendo con el dinero. No había nadie.
Llamé al número que había marcado. Tardaron en contestar.
—¿Aló? —Bro, ¿dónde estás? Volví con el dinero, pásame el teléfono. —¿Quién eres?
Voz distinta. ¿Ya lo había vendido?
—El teléfono que tienes es mío. —¿Hace cuánto lo perdiste? —¿Y tú hace cuánto lo tienes? ¿Lo robaste? —Menos de diez minutos. —¿Lo compraste? Es mío. —Aquí comisaría de Huashan. El teléfono está con nosotros, trae tu identificación para retirarlo.
…Solo bastaron diez minutos.
Publicado el: 28 de jul de 2019 · Modificado el: 20 de nov de 2025